28 mar 2011

Espiritualidad y Religión

Espiritualidad y religión no son conceptos equivalentes. Es posible ser muy espiritual sin estar matriculado a ninguna religión oficial. En cambio, puede no ser espiritual quien solo por comodidad se somete a creencias y rituales impuestos por la herencia religiosa predominante. La espiritualidad verdadera trasciende todas las religiones, porque el espíritu se rige, no por dogmas y preceptos humanos, sino por leyes universales sagradas que jamás cambian, y el corazón de estas leyes es el amor. Prescindiendo de etiquetas, el camino espiritual nos lleva a todos en la misma dirección: el aprendizaje de la magia del amor. Eres espiritual si te amas a ti mismo, y a todas las creaciones de Dios y vives ese amor como tu más elevada verdad.
Espiritualidad tampoco es la búsqueda de lo oculto, que puede ser un camino erizado de peligros para el alma ingenua. Ser clarividente o manifestar poderes son atributos que, por falta de uso, todos hemos atrofiado en mayor o menor grado. Pero estos sentidos más refinados volverán a manifestarse en forma natural, cuando ya no exista rechazo, ni temor, y nuestra limpieza interior esté completa.
Conducir el hombre a Dios ha sido el ideal común de todas las religiones. Sin embargo para ellas el tiempo ha madurado una cosecha adversa, pues solo han conseguido ahondar más la brecha que separa a Dios del hombre. Esto ha sucedido porque es el individuo quien posee en su interior la conexión directa con la Fuente. Conexión que no existe desde el montaje de redes externas de distribución. ¡Sí han existido individuos iluminados!, pero no instituciones....
Oración y meditación tampoco son la misma cosa. La oración surge del intelecto, porque son fórmulas impuestas de palabras aprendidas. Mientras que la meditación nace en la intimidad del silencio, brota del corazón y va más allá de las palabras. La oración separa, porque acentúa las diferencias entre Dios Todopoderoso y el pecador culpable, destinado al dolor y la muerte. La meditación hermana, porque brinda la experiencia directa de integración con la Divinidad. En la oración el hombre debe creer en algo que no ve. En la meditación el individuo sabe, porque la mirada interna le afina para percibir el universo desde el centro de su propia paz.
En la historia del mundo las creencias y los dogmas religiosos no han aportado libertad, felicidad o armonía al hombre, ni a su entorno. Todo lo contrario, han sido foco infeccioso de intolerancia, persecuciones, guerra y división entre los pueblos. Por eso el futuro espiritual del hombre no está en manos de religión alguna. Hay que aceptar, sin embargo, que las instituciones religiosas cumplieron una función muy importante y necesaria para el desarrollo moral y ético de la humanidad, mientras esta vivía su revoltoso período de infancia y adolescencia.
Pero una civilización madura debe asumir el compromiso trascendente de que cada corazón esté conectado con el corazón del universo. El buscador inquieto ya no halla elevación ni paz en templos y rituales exteriores, donde se carece de alimento para el alma. En cambio puede llegar a descubrir que estar separado de Dios fue solo una horrible pesadilla, cuando el trabajo interno le lleve a percibir que con cada respiración comulga con Su esencia, y que cada latido de su corazón vibra en unidad con toda vida.

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